Cubiertos por Su Paz

Un día, años atrás, cuando sentí todo menos paz, descubrí este pequeño verso en un viejo himnario:

Escondido en ti, apartado
Del mundo sin descanso que batalla abajo.
Buscamos aprender y demostrar que amamos
Tu sabiduría y tu Gracia conocer.

De repente mi mente captó una verdad fantástica, y mi quebrantado corazón empezó a elevarse. “Vivo celestialmente con Jesús,” Mi corazón cantó. “Nada me puede molestar.”

El consuelo de esta verdad nunca me abandonó. A menudo, en el transitar del día, me recuerdo a mí mismo que mi yo real esta “apartado” con mi Rey. Cuando por fe, me visto de paz, El transporta mi alma a Sus lugares celestiales donde veo al mundo y sus circunstancias desde Su perspectiva de triunfo silencioso. Nada puede tocarme allí.

El Príncipe de Paz

Las batallas espirituales son una realidad constante. Pero aun la paz es nuestra como ciudadanos de Su reino, pues Su vida es nuestro refugio. Mientras me mantengo firme en mi Príncipe, la paz reina. Pero cuando cambio mi foco de El a mis necesidades y circunstancias (incluyendo mi propio deseo de paz), ansiedad, culpa, temor, resentimiento, y confusión me rodean. Tranquilamente mi Príncipe me recuerda, “Estad quietos y ved que Yo Soy Dios.” En un momento, mis ojos se vuelven a El, y EL llena Su lugar en el centro de mi corazón, y la paz reina otra vez.

Para permanecer firme, debo recordar que el Príncipe de Paz es tambien Verdad y Justicia en mí.

Primero, confirmo la verdad de Su Grandeza y mi propia necesidad. El es mi poderoso y soberano Dios quien sabiamente y amorosamente se preocupa por mí. El es mi Guerrero, Mi Fuerza, mi Sabiduría, y mi Amor. Nada es imposible para El.

Luego, recuerdo que el Príncipe de Paz es mi justicia. No por mi esfuerzo, mas por Su muerte, y vida resucitada, estoy puro y santo delante de mi Dios. Satanás no puede molestarme con sus acusaciones y mentiras cuando Jesús, mi Justicia, me cubre.

Viniendo a El. María y Marta amaban a Jesús. Una hermana se acercó a El; la otra, se preocupó por sus circunstancias, se volvió ansiosa y perdió su paz. Para ella, Jesús dirigió un mensaje muy especial:

“Marta, Marta, afanada y turbada estás con muchas cosas. Pero sólo una cosa es necesaria; y María ha escogido la buena parte, la cual no le será quitada.” (Lucas 10: 41-42)

Descansando a los pies de Jesús – esta es la vida de paz. ¡Su foco es singular – Dios! Es un deseo – conocer, complacer, y honrarle. Es una búsqueda solitaria – caminar con El en Su propósito. Todo lo demás es secundario.

Pasos hacia la Paz. Jesús dió el primer paso hacia mí. A través de la cruz, El “tumbó las barreras” entre Su santo carácter y mi naturaleza pecaminosa (Efesios 2:12-22).

El próximo paso es mío. Creo y recibo a Aquel que es mi paz. Ahora, cuando escojo colocarme Sus vestiduras, el Príncipe de Paz me cubre, y estoy lleno con Su paz.

Las mismas 4 elecciones que producen un estilo de vida de verdad y justicia también traen la paz que triunfa sobre cualquier disturbio terrenal: alimentándome en la paz de Su Palabra; Meditar en verdades que promuevan la paz; filtrar verdades acerca de la paz; seguir Su estilo de vida de paz.

Finalmente, Dios me llama a compartir Su trabajo. Con el privilegio de disfrutar de Su paz viene la responsabilidad de ser un pacificador. Pero antes de ir, debo buscarle y escuchar Su voz. Mi búsqueda y el escucharle continúan mientras trabajo, si no por pensamientos conscientes, por una actitud interna de sumisión atenta a la voluntad de Dios.

Cualquier resistencia a Su voz o voluntad revuelve la tempestad y me deja sin poder contra mis enemigos. Por el otro lado, cuando me someto al Príncipe de Paz, El me llena con Su vida y me da Su amor lleno de paz, de reconciliación y descanso para compartir a los demás al transitar por el camino.

Paz con todos

Mientras la paz (eirene) se refiere a la tranquilidad interior que fluye de la unidad con el Rey, también significa armonía y compañerismo con los demás. El desea nuestra cooperación para hacer este lazo de paz, una realidad práctica y viviente entre nosotros.

Considera los siguientes hechos:

A través del amor incondicional de Dios en ti, otros pueden experimentar su total aceptación en Cristo. El ofrece perdón, valor, una comunidad que se preocupa, una nueva vida.

La prueba mas persuasiva de Su aceptación de amor es indecible – su amor y apreciación por cada persona, su disponibilidad, su anhelo de escuchar y participar en la vida de los otros. Cuando hablas palabras que afirman a alguien su valor en Cristo, asegúrate que tus acciones concuerden con tus palabras.

Las diferencias deberían construir unidad y dependencia en cada uno, no desarmonía. Cada uno de nosotros, con nuestro propio patrón de fuerzas, debilidades, y temperamentos, lleva una fragancia especial de la vida de Jesús. Así al encajar en la vida de los demás, completamos el cuerpo de Jesús.

Mientras la paz (eirene) se refiere a la tranquilidad interior que fluye de la unidad con el Rey, también significa armonía y compañerismo con los demás. El desea nuestra cooperación para hacer este lazo de paz, una realidad práctica y viviente entre nosotros.

La Forma de un Pacificador

Jesús me llama a seguirle, a vivir, caminar, amar y restaurar tal como El lo hizo, y guardar mi corazón contra cualquier estorbo a Su trabajo en y a través de mí. La mayoría de las personas de mi propio vecindario se mantienen separados de El. Ellos son mi campo de trabajo.

El ministerio de reconciliación de Jesús es un estilo de vida simple, pero no sencillo. Me llama a amar con sacrificio, poner mi vida, compartir los sufrimientos de los demás, cargar sus cargas, y ser testigos del triunfo de la verdad si creen o no.

Somos adecuados – ¡en El! Debo escoger depender en El para todo – sabiduría, guía, provisión, y fuerza. Cuando El dirige, yo debo seguir. Si me desvío del camino de fe para seguir el camino del esfuerzo propio, pierdo mi paz.

Jesús nunca se desvió de la dirección y fuerza de Su Padre. El había aprendido, tal como debemos nosotros, que El no puede “hacer nada por sí mismo, sino lo que ve hacer al Padre; porque todo lo que el Padre hace, también lo hace el Hijo igualmente.” (Juan 5:19).

El trabajo de Su Padre le trajo al final de los recursos propios. Así mismo, el trabajo de mi Padre para mí producirá gradualmente libertad del yo en mi. Entonces, mientras esa muerte se aproxima a su final, conoceré la paz creciente y me rendiré a Su voluntad. Pues este cuerpo del yo sin vida no puede quejarse, discutir, desobedecer o huir.

La paz reina cuando estoy aferrado a Jesús. Cuando el sendero de paz se torna empinado y rocoso, EL señala a mi corazón el gozo que más adelante se vislumbra. Cuando amenazan las nubes de tormenta, El me recuerda que la luz de Su amor nunca se apaga. Al contemplar a mi Rey, veo Su propósito, y recibo la paz y poder de Su vida, El transforma el penoso escalar a una dulce relación con El mismo, y el tumulto que presiona a un descanso de paz en Sus brazos.

Paz Incondicional

Jesús sabe cuan fácilmente olvido mi ciudadanía celestial, me enfoco en las circunstancias y pierdo mi paz. Por lo tanto, El me recuerda a tomar Su Paz que nunca cambia:

“La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo.” Juan 14:27

Hace mucho tiempo un hombre busco el perfecto cuadro de paz. No encontrando uno que le satisficiera, el anuncio un concurso para producir esta obra maestra. El reto conmovió la imaginación de los artistas por doquier, y pinturas llegaron de lejos. Finalmente el gran día de la revelación llegó.

Los jueces descubrieron una escena pacifica tras otra, mientras los espectadores aplaudían y ovacionaban.

Las tensiones crecían. Solo 2 cuadros quedaban sin develar. Mientras el juez halaba la cubierta de una, un silencio cayó sobre la multitud. Un lago reflector como espejo mostraba un apacible, y verde pradera bajo el suave sonroje de un cielo en ocaso. Junto a la verde orilla, un rebaño de ovejas pastaba sin ser molestadas. Seguramente este cuadro era el ganador.

El hombre con la visión develó el segundo cuadro el mismo, y la multitud se quedó sin aliento en la sorpresa. ¿Podría esto ser paz? Una tumultuosa cascada de agua que caía de un precipicio; la multitud podía casi sentir su rociar frío y penetrante. Nubes grises y tormentosas amenazaban con explotar con rayos, viento y lluvia. En medio de los ruidos tempestuosos y agrio escalofrío, un árbol colgaba de las rocas al filo del precipicio. Una de sus ramas alcanzaba al frente de las aguas torrenciales como si tontamente buscara experimentar todo su poder. Una pequeña ave había construido un nido en el codo de aquella rama. Contenta y sin molestias en sus alrededores conmocionados, ella descansaba sobre sus huevos. Con sus ojos cerrados y sus alas listas para cubrir a sus pequeñuelos, ella manifestaba una paz que trascendía todo el tumulto terrenal.

Vístete del Príncipe de Paz y disfruta de Su quietud a través de cada tempestad en tu vida.

Por Berit Kjos


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