TITULO: OTROS EN LUGAR DE UNO MISMO

 

Subtitulo: Paradojas de la Fe

 

Es un estudio fascinante considerar las “paradojas” de la Biblia. Una paradoja es una declaración que parece ser una contradicción, pero que esta en lo cierto. El caso en cuestión viene a ser el título del artículo que tenemos ante nosotros: “Otros en lugar de uno mismo”. Creo que todos nosotros reconocemos que naturalmente no ponemos a los demás por delante de nosotros mismos, y mucho menos en lugar de nosotros mismos. Pero eso es exactamente lo que estamos enseñados a hacer como Cristianos. Por favor, veamos Filipenses 2:3, donde leemos:

 

“Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo” (Biblia Reina Valera 1960)

 

El amor a sí mismo y la auto-preservación son dos de las características más fuertes y más naturales que poseemos. “Egoísmo” es el término que utilizamos para referirnos al sobre-énfasis sobre estas características y encuentro interesante como ¡la mayoría de las personas han hecho algún intento por superar esto en sus vidas! La insistencia sobre el “yo, el mí y lo mío” es un comportamiento infantil y hemos sido enseñados por nuestros padres que es inaceptable. Sin embargo, nunca superamos enteramente la predisposición al egoísmo y solamente puede ser conquistada con la ayuda del Espíritu Santo. Con el fin de madurar apropiadamente como Cristianos, esta innata preocupación por nosotros mismo debe ser superada y la experiencia enseña que es algo realmente difícil de hacer. Todo nosotros pasamos el resto de nuestras vidas luchando contra ello y muchos fallan en lograr un progreso significativo. Ya que es tan difícil – porque es parte de nuestra humanidad – ¿por qué molestarse? Bien, para responder esta pregunta debemos puntualizar el claro propósito del Señor de lograr que desempeñemos la función como Sus embajadores en este mundo (2 Corintios 5:20). Los embajadores son el personal representativo de los reyes, potentados y otros jefes de estado. Como hijos de Dios y coherederos con Cristo, nosotros literalmente representamos a nuestro soberano Dios ante los hombres. ¿Hay alguna pregunta entonces acerca de que EL nos requiere que reordenemos nuestras prioridades? ¿Puede usted imaginar un rey tolerando un embajador que no le dio lugar a las consideraciones reales sobre las suyas propias?

 

Nuestra posición como embajadores de Cristo se complica aun más por el hecho de que se espera que ministremos en Su nombre. Aquellos a quienes somos enviados son las personas del mundo alrededor de nosotros – ovejas perdidas, que necesitan un pastor – y el Señor espera de nosotros que lo representemos donde a El le compete. Quizás usted nunca llegue a la plena comprensión de su responsabilidad en esta área, pero—le guste o no—usted (junto con el resto de nosotros) está supuesto a ser visto como extensiones de los amorosos brazos del Señor, sirviendo a la humanidad. Por otro lado, el principio fundamental de nuestro servicio es que debemos poner a Cristo primero, a los otros en segundo lugar, y a nosotros mismos de último (si pensamos en nosotros siempre). Cuando nos permitimos que el yo entre en el camino de nuestro servicio, hacemos un perjuicio. Cuando el General Booth, el fundador del “Ejercito de Salvación”, estaba en su lecho de muerte, una conferencia de la organización estaba en proceso en Londres. Algunos de sus ayudantes vinieron a el y le preguntaron si había algo que él deseara decirles a esos hombres y mujeres que habían seguido su liderazgo por tantos años. “Otros” dijo él. “¡Dile a ellos que Yo dije otros!” Poner los intereses por delante del yo ha sido una prioridad por todos esos años y él quería que permaneciera como un testimonio de Cristo.

 

Cuando consideramos los aspectos de la humildad, el servicio, y el altruismo, encontramos como nuestro perfecto ejemplo al Señor mismo. Su vida permanece como un eterno monumento en marcado contraste con la pronunciada pecaminosidad y el egoísmo humano. El, voluntariamente dejo su trono de gloria y descendió para convertirse en hombre. Y no solo cualquier hombre – él nació dentro de una familia pobre que vivió en una de las más pequeñas y pobres áreas de Israel (siendo ella misma la más pequeña de las naciones). ¡Solo podemos imaginar lo diferente que esto habría sido si el hombre hubiese “escrito la historia” ¡seguramente el Dios del cielo hubiese nacido en la familia más rica y con más influencia de la tierra – pero esto nos muestra qué tanto nuestros pensamientos difieren de Sus pensamientos. En Isaías 55:8-9, el profeta expone este hecho:

 

“Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, dijo Jehová. Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos.”

 

El Señor Jesucristo vino a esta tierra con el propósito específico de redimir a su pueblo de la esclavitud del pecado – él vino a morir en nuestro lugar, porque “la paga del pecado es muerte” (Romanos 6:23ª, RV 960). El despojarse de Su sangre perfecta, preciosa y sin pecado fue el único sacrificio aceptable ante los ojos de Dios. Para propiciar [satisfacer] las demandas de un Dios santo contra el pecado, ¡el único posible sacrificio era que Dios mismo muriera en nuestro lugar! Jesucristo, la segunda Persona de la Trinidad – el Hijo de Dios – nos ama tanto que El derramó su propia sangre y Personalmente nos redimió de la prisión del pecado. Su acto de redención es el más alto pináculo – El arquetipo – del altruismo. Y estamos instruidos a seguir y hacer nuestro mejor esfuerzo de emular Su ejemplo de servicio a los demás.

 

Justo antes de que el Señor permitiera que lo tomasen y lo crucificaran, El se encontró con sus discípulos en el aposento alto para celebrar la Pascua juntos. En el evangelio de Juan, capitulo trece empezando en el verso 3 leemos:

 

“Sabiendo Jesús que el Padre le había dado todas las cosas en las manos, y que había salido de Dios, y a Dios iba, se levantó de la cena, y se quitó su manto, y tomando una toalla, se la ciñó. Luego puso agua en un lebrillo, y comenzó a lavar los pies de los discípulos, y a enjugarlos con la toalla con que estaba ceñido. Entonces vino a Simón Pedro; y Pedro le dijo: Señor, ¿tú me lavas los pies? Respondió Jesús y le dijo: Lo que yo hago, tú no lo comprendes ahora; mas lo entenderás después. Pedro le dijo: No me lavarás los pies jamás. Jesús le respondió: Si no te lavare, no tendrás parte conmigo. Le dijo Simón Pedro: Señor, no sólo mis pies, sino también las manos y la cabeza. Jesús le dijo: El que está lavado, no necesita sino lavarse los pies, pues está todo limpio; y vosotros limpios estáis, aunque no todos. Porque sabía quién le iba a entregar; por eso dijo: No estáis limpios todos.

Así que, después que les hubo lavado los pies, tomó su manto, volvió a la mesa, y les dijo: ¿Sabéis lo que os he hecho? Vosotros me llamáis Maestro, y Señor; y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el Señor y el Maestro, he lavado vuestros pies, vosotros también debéis lavaros los pies los unos a los otros. Porque ejemplo os he dado, para que como yo os he hecho, vosotros también hagáis. De cierto, de cierto os digo: El siervo no es mayor que su señor, ni el enviado es mayor que el que le envió.”

 

Con el fin de alcanzar un total entendimiento de esta extraordinaria acción de parte de nuestro Señor, necesitamos tener una pequeña información como base. En esos días todo el mundo usaba sandalias y debido a las polvorientas condiciones de las calles de la ciudad sus pies se ensuciaban. Y esta era la costumbre que, si usted visitaba a alguien con recursos, un sirviente lo recibía y le lavaba sus pies. Encontramos esto como una extraña costumbre pero era solo una cortesía común de esos días. Una costumbre envolvía lo que era tomar un baño. A menudo, muchos baños públicos eran usados (probablemente por la influencia romana) y los individuos se ensuciaban sus pies caminando de vuelta a sus hogares. Por lo tanto, el lavado de los pies era necesario para completar el baño. Espero, que el entender estos hechos le ayude a apreciar lo que el Señor está enseñándonos.

 

¡Había pasado poco tiempo antes de que hubiese ocurrido este incidente, de tal forma que algunos de los discípulos estaban discutiendo cual de ellos seria el mayor en el Reino de Dios! El entonces les dijo que “el que es más pequeño entre todos vosotros, ése es el más grande” (Lucas 9:48 [b], RV 1960). En otras palabras, la actitud de humildad y servicio eran requeridas para servirle apropiadamente a EL. Lavándole los pies a los discípulos el Señor les dio una lección valiosa: si EL no era tan orgulloso como para humillarse a sí mismo y servir a otros, ¡entonces ellos ciertamente no debían serlo! En el verso 10 de nuestro texto en Juan 13 hay otro punto que no debemos perder. El Señor alude a que los pies se ensuciaron después de tomar un baño publico – la limpieza completa solamente requería “el lavado de los pies” mientras caminamos a través de la suciedad de este mundo, nuestros “pies” espirituales se ensucian. Nuestros “cuerpos” están limpios por lo que Cristo ha hecho por nosotros pero necesitamos una limpieza diaria del “peso y del pecado que nos asedia” (Hebreo 12:1, RV 1960). El arrepentimiento y la confesión a través de la oración es todo lo que se requiere para tener cuidado de esto: “Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad” (1 Juan 1:9, RV 1960).

 

En las epístolas que escribió, el apóstol Pablo a menudo se refiere a sí mismo como un “esclavo de Jesucristo”. El esclavo fue uno quien escoge servir, usualmente por amor a su Amo. En el Antiguo Testamento, este tipo de sirviente—cuando hacia saber que iba a servir en vez de ser puesto en libertad—podía, como un símbolo visible de su servicio de amor, ¡tener un agujero en su oído! La Ley de Moisés estipuló que el sirviente fuera tomado frente a una puerta, o la puerta de atrás, y “su amo le horadará la oreja con lesna, y será su siervo para siempre” (Éxodo 21:6b, RV 1960). El signo externo del agujero en el oído le aclaraba a todo el mundo que este individuo era un sirviente voluntario y amante de su amo. No hay estipulación legal la cual pueda permitir a cualquiera reversar esta decisión—una vez que el agujero fuera hecho en el oído, estaba vinculado de por vida. No solo el sirviente no podía retractarse, ¡el amo tampoco podía! (Lo cual es solo otra de las muchas ilustraciones de la seguridad eterna del creyente).

 

¿Sirve usted al Señor Jesucristo como esclavo? ¿Tiene usted Sus intereses como su prioridad numero uno y obedece Sus mandamientos? Si lo hace, entonces usted seguramente se dará cuenta que El nos ha mandado a “lavarles los pies a otros”. Cada uno de nosotros estamos llamados y comisionados a servir—el “quien, que, cuando, donde y porque” de nuestro servicio está determinado para nosotros y no tenemos voto en el. ¿Debe un sirviente esperar alguna aportación dentro de la condición de su servicio? Si usted lo hace, entonces necesita recordarse a sí mismo que es un sirviente y no un compañero. Asumir y mantener esta postura como un sirviente es una de las cosas más fuertes que tenemos que hacer, porque nuestra carne lucha con nosotros a cada paso del camino. Nuestro orgullo pecaminoso objeta de forma natural a cualquiera que tiene sus manos en alto—y este es el porqué de que muchas personas tienen una actitud rebelde hacia las autoridades. Sí, esto incluye a nuestros jefes del trabajo—poner a otros en el lugar de nosotros, cubre eso también. ¿Se ha dado cuenta de que está trabajando donde está porque Dios lo puso allí? Los Cristianos a menudo citan Romanos 8:28 ¡sin considerar todas las implicaciones de esto!

 

“Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados.(Reina Valera  1960)

 

Todo acerca de nuestras vidas—Y me refiero a todo—es parte de “todas las cosas” de este verso de las Escrituras. La soberanía de Dios dicta todos nuestros pasos:

 

“Por Jehová son ordenados los pasos del hombre...” (Reina Valera  1960, Salmos 37:23ª)

 

Esto esta aun más claro en Efesios 2:10, donde leemos:

 

“Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios

preparó de antemano para que anduviésemos en ellas.” (Reina Valera 1960).

 

Nuestra responsabilidad con Cristo es ser la mejor representación – el mejor embajador – para El que podamos ser mientras caminamos este peregrinaje. Nuestros errores no afectaran su plan y propósito en ninguna manera, sino, que tendrán una repercusión en nuestra recompensa eterna. Nuestra función es la de ser una herramienta en las manos del Maestro, para ser usada como El lo crea conveniente. Cualquier artesano le diría como serian utilizadas las herramientas apropiadamente, ellos deben mantenerlas limpia, en buen estado, y listas para utilizar. Pocas cosas son más agravantes que el sucio, que la grasa, las herramientas imprecisas o aquellas cosas que han sido abusadas, abandonadas y/u oxidadas. Pero hay una cosa que la sobrepasa a todas: estar justo en el medio de un trabajo difícil y descubrir que justo la herramienta que necesita se ha perdido de su caja de herramientas. Las herramientas sucias, y las herramientas maltratadas todavía pueden ser usadas pero las herramientas perdidas no. Su efectividad como un siervo de Cristo depende directamente de su disponibilidad. Como alguien dijo, la mayor habilidad es la disponibilidad.

 

Uno de los azotes de nuestra sociedad hoy día es el divorcio y los Cristianos no están inmunes. Ha sido mi experiencia como pastor que las dificultades matrimoniales usualmente ocurren por una incapacidad o indisponibilidad para lidiar consigo mismo por separado o con ambas partes. La inmadurez y el egoísmo inevitablemente conduce a los conflictos y los conflictos sin resolver conducen a mayor enojo, y el ciclo se repite hasta que se vuelve intolerable. Cuando los Cristianos se encuentren en esta situación, esperamos que ellos se levanten y se den cuenta de la fuente del problema. Un matrimonio exitoso envuelve un gran pacto de amor y respeto de parte de su pareja – siempre buscando complacerle lo más que se pueda. Cuando los Cristianos tienen la apropiada relación sirviente-Maestro con el Señor, y realmente trabajan en poner a los demás en lugar de sí mismos, amando y agradando a su compañero no es tan difícil. Maridos, ustedes tienen la responsabilidad de parte de Dios de “amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella” (Efesios 5:25 RV 1960). Usted no pidió esa responsabilidad, ¡pero la obtuvo desde el mismo momento! Amar a su esposa tanto como Cristo ama a su iglesia es obviamente imposible – pero usted no tiene ninguna excusa legítima para no tratar. Cuando usted intenta vivir sobre esta responsabilidad, su esposa tendrá mucho menos problema en completar su responsabilidad de estar en sujeción bajo su liderazgo.

 

El Señor enseñó el principio del otro en lugar de ti de muchas maneras, pero una de las más familiares para nosotros son Sus palabras en Mateo 22:35-40:

“Y uno de ellos, intérprete de la ley, preguntó por tentarle, diciendo: Maestro, ¿cuál es el gran mandamiento en la ley? Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el primero y grande mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo.  De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas.” (RV, énfasis mío).

¡Note que el Señor dice que el amar a nuestro prójimo tanto como nos amamos a nosotros mismo es “semejante a” el mandamiento de amar a Dios con todo nuestro corazón, alma y mente! Esto debe destacar que tan importante es la entrega para nuestra madurez espiritual. ¿Usted ama a su prójimo tanto como se ama a sí mismo? Amado, esto cae dentro de la misma categoría de que el hombre debe amar a su esposa tanto como Cristo ama a la iglesia -- ¡es humanamente imposible! Solo con la ayuda del Espíritu Santo podemos comenzar a amar a nuestro prójimo (y los hombres amar a sus esposas) en la medida en que se nos exhorta hacerlo. Los estándares de Dios son infinitamente altos y ninguno de nosotros estamos “a la altura” – pero una vez más, quiero recordarnos que nuestra recompensa eterna estará determinada por cuanto esfuerzo pusimos para poder llegar a la línea final. Esta vida es un maratón, no una carrera de velocidad, y requiere paciencia, persistencia, y perseverancia para correrla apropiadamente. ¡Uno mismo se cansa y quiere renunciar, pero por el beneficio de los demás debemos mantenernos firmes!

Si usted ha aceptado a Jesucristo como su Salvador personal, pero ha sido muy tibio en su caminar espiritual con El, usted necesita pedirle inmediatamente perdón y renovación. El lo perdonará instantáneamente, y llenará su corazón con el gozo del Espíritu Santo. Entonces, necesita iniciar un caminar diario de oración y estudio personal de la Biblia.

Si usted nunca ha aceptado a Jesucristo como Salvador, pero ha comprendido Su realidad y el Fin de los Tiempos que se acerca, y quiere aceptar Su regalo GRATIS de la Vida Eterna, usted puede hacerlo ahora, en la privacidad de su hogar. Una vez lo acepte a El como Salvador, usted habrá Nacido de Nuevo, y tendrá el Cielo tan seguro como si ya estuviera allí. Entonces, podrá descansar seguro de que el Reino del Anticristo no lo tocará espiritualmente.

Si a usted le gustaría Nacer de Nuevo,  vaya ahora a nuestra Página de Salvación .

Esperamos que haya sido bendecido por este ministerio, que busca educar y advertir a las personas, de modo que puedan ver el Nuevo Orden Mundial por venir -el Reino del Anticristo-en sus  noticias diarias.
 

Finalmente, nos encantaría saber de usted. Puede enviarnos un E-Mail a 

Dios le bendiga.
 

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